Romero Hernández, Julio

D. JULIO ROMERO HERNÁNDEZ, un moralo de la Vera

Aunque son muchos los calificativos con que podríamos haberle obsequiado, finalmente me decidí por éste título movido por algo que los más allegados a él conocíamos muy bien: su gran amor por la tierra verata (sobre todo por Jaraíz de la Vera, donde vio la luz por vez primera y reacogió su juventud; y por Jarandilla, en la que pasó gran parte de su infancia), así como por el lugar que le acogió durante casi medio siglo (Navalmoral de la Mata, su lugar preferido, como él mismo escribía el 11 de octubre de 1995, afirmando textualmente que «yo no soy moralo de nacimiento, pero amo a Navalmoral”: en el artículo de esa fecha titulado «Y los otros nueve ¿dónde están?», dentro de su habitual sección «Diálogos de don Quijote y Sancho» en el periódico local «15 Días-El Moralo»). Además, si lo analizamos convenientemente, gran parte de sus buenas y prolíficas obras tienen como base esas localidades y zonas geográficas (o sus entornos más inmediatos).

Pero, además, deseo matizar ciertas expresiones que se utilizan a menudo en Navalmoral. Existen varios tipos de «moralos«, entre los que destaco a los siguientes subconjuntos más representativos: los que han nacido en la localidad, con ascendencia total en la misma, y que se sienten plenamente identificados con su municipio, residan o no aquí (son los que algunos denominan «moralos, moralos»; aunque desconocemos si lo hacen en plan excluyente); los que también son nativos y descendientes de ídem, pero que anteponen otros intereses a los amorosos por su pueblo (es decir, que son «moralos de nacimiento pero no de sentimiento…«); los que vieron la luz primera en Navalmoral, pero descienden de inmigrantes (su integración con la villa es muy variable, según los casos y situaciones, como veremos con otros subgrupos); los que viven aquí circunstancial o definitivamente, pero que tienen su corazón en otro sitio (como, es lógico, y al igual que sucede con muchos de los dos casos anteriores, verdaderamente no son «moralos»); y los que, como en el caso de don Julio Romero (y de todos aquellos que se den por aludidos), no fueron alumbrados aquí pero acabaron entregándose en cuerpo y alma a esta tierra. Estos últimos también son «moralos, moralos«: porque nadie les dio el pueblo, sino que lo eligieron (y disculpen mi atrevimiento).

Pero dejemos de filosofar y hablemos de D. Julio Romero.

Nace en Jaraíz el 14 de octubre de 1926, hijo de Valeriano Romero (que alternaba su trabajo como secretario del Juzgado de dicha localidad con otras muchas ocupaciones: representante para la zona de las máquinas de coser «SINGER», de pimentón, obrero, mediero, viajante sin salir del pueblo, administrador de fincas, secretario de Sindicatos, alquiler de motos y bicicletas, imprenta y librería, etc.) y Mª Candela Hernández. El primer fruto de ese matrimonio será Julio, al que seguirán otros tres hermanos.

Pero muy pronto se trasladan a Jarandilla, donde Julio aprende a leer y escribir en las escuelas de ese lugar, adquiriendo así unas herramientas culturales que serán primordiales para él a lo largo de su fructífera vida. Siempre recordará esos años, que evocaba a menudo: los amigos de la infancia, sus juegos infantiles, los paisajes de Jarandilla y su entorno, su propia familia.

Sin embargo, cuando la infancia de Julio Romero iba dejando paso a la prepubertad, enferma gravemente Mª Candela, su madre (a la que él amaba tanto: «la mujer más guapa y buena del mundo«, según sus propias palabras escritas). Regresan de nuevo a Jaraíz, pero el cambio no vence a la enfermedad, falleciendo a los 33 años de edad y dejando a Valeriano viudo con 36 años) y cuatro hijos pequeños: siendo el mayor Julio, con tan sólo 12 años (mala edad para quedarse huérfano, circunstancia ésta que le marcará para siempre…). Era el mes de junio de 1939. Año Triunfal para algunos (pues finaliza la Guerra inCivil). pero triste para Julio y su familia.

En ese mismo otoño, el párroco de Jaraíz (don Marcelo Giraldo), por esa y otras circunstancias (especialmente por sus excelentes cualidades morales e intelectuales), consigue que el monaguillo Julio Romero Hernández ingrese en el Seminario de Plasencia (siendo transportado, él y los compañeros que llevaban el mismo origen y destino, en una camioneta dispuesta por don Marcelo), donde permaneció casi cinco años (cuatro en el Menor y uno en el Mayor).

Allí estudia el Bachillerato, a la vez que se preparaba para sacerdote. Donde comparte aula con algunos de los que más tarde ocuparán cargos destacados de la Iglesia: monseñor don Felipe Fernández García (obispo de Tenerife), monseñor don Cipriano Calderón Polo (vicepresidente de la Comisión Pontificia para Hispanoamérica), el ya difunto don Ceferino García, etc. Y, en esos años, formó parte del Coro o Escolanía del Seminario («Schola Cantorum«, del que será «director«), así como del Coro de la iglesia jaraiceña de San Miguel (en las vacaciones), ya que la música fue otra de sus aficiones y habilidades). También perteneció al grupo de «Acción Católica» de su pueblo natal (llegó a dirigir la revista «PAX’, que se editaba entonces en la imprenta «Hontiveros» de Jaraíz).

Tras dejar el Seminario en las Navidades de 1943 por motivos económicos, familiares (su padre había vuelto a casarse en 1941, uniendo a los cuatro hijos que tuvo con María Candela otros dos que aportó su nueva esposa -también viuda- y uno más que tuvo el nuevo matrimonio) y vocacionales, regresa a Jaraíz y prepara oposiciones de Auxiliar de Juzgado. Las consigue en 1945 (a los 18 años), comenzando a trabajar en el Juzgado de Paz de su pueblo natal durante algo más de un año; pero tuvo que solicitar la excedencia en 1947, por tener que incorporarse al servicio militar en Madrid.

Durante la mili, aprovechando su estancia en la capital de España, no pierde el tiempo (en su afán por aprender y superarse, como veremos luego) y prepara las oposiciones de Oficial de Juzgado.

Que consigue al licenciarse en septiembre de 1949. Ocupando su nuevo cargo y destino en Malpartida de Plasencia, donde comienza a trabajar (alternando con períodos en el Juzgado de Plasencia, a donde era enviado para ayudar al personal de aquel lugar).

Esta etapa juvenil estará muy marcada por su afición al Ajedrez, y será determinante para su posterior desarrollo: funda o ayuda a crear los Clubes de Ajedrez de varios lugares: Jaraíz, Malpartida y Plasencia. También será ahora cuando inicie sus primeros escritos, que publica en periódicos locales y regionales.

Precisamente, ahora que mencionamos el Ajedrez y su juventud, me cuentan una anécdota que le aconteció entonces en Jaraíz y relacionado con ese deporte: resulta que acude el obispo de Plasencia a dicha localidad y, conociendo que el joven Julio Romero (antiguo seminarista) jugaba muy bien, decidió enfrentarse con él, con derrota del prelado; al día siguiente le solicitó la revancha, pero también fue vencido por el joven y aventajado verato.

Cambiando de tema, esa época también fue clave para su futuro familiar: ya que conoce a Nieves Sánchez González, jaraiceña como él, con la que contrae matrimonio en 1951. Continuarán en Malpartida hasta 1954, en que se trasladan durante un año a Plasencia: ya que Julio tuvo desempeñar allí una suplencia.

Tras esa breve estancia en la «Perla del Jerte«, el 18 de marzo de 1955 Julio Romero Hernández (y familia, pues ya tenían una parejita: Jesús y Ana María) llega a Navalmoral de la Mata, do de iniciará su larga y útil labor como funcionario judicial: comenzando como Oficial del Juzgado de Distrito, también llamado «Juzgado Comarcal«. Según él, eligió este lugar (además de la proximidad a la Vera) porque estaba más cerca de Madrid: lugar que le atraía con vistas a su preparación y promoción futura, así como la de sus hijos. Su nuevo centro de trabajo estaba ubicado entonces en la plaza de la «Cruz de los Caídos» (hoy de «Sánchez Arjona»), al lado de Correos y del colegio de La Inmaculada. E inicia aquí una serie de actitudes, comportamientos y valores (según se dice hoy en el contexto educativo ), que son los que desarrollamos y distinguimos a continuación (y que han motivado el que le dediquemos estos «VIII Coloquios«).

  • Su labor formativa y pedagógica

Una vez que se incorpora la vida morala, se instala en el que sería su primer domicilio: junto a los «Caños Nuevos«. Más tarde se mudará a otros tres lugares: calle Antonio Concha, Eduardo Lozano (frente al Ambulatorio) y Avenida de la Constitución (último y actual). Ya en Na almoral nacerá su tercer hijo: Nieves Romero (morala ya, de nacimiento al menos…).

A la vez que trabaja en el Juzgado, atiende a su familia, imparte clases particulares en su casa (sobre todo de Latín), comienza su fructífera labor en el Ajedrez (como veremos más adelante) y en el Centro Moralo (igualmente), en los años 60 reinicia sus estudios, pero ahora como alumno libre: primero los de Bachillerato de Grado Superior (una vez que le convalidaron los del Seminario por el Grado Elemental, perdiendo un curso como era preceptivo entonces: cinco años de estudios religiosos por cuatro estatales ), haciendo 5° y 6° de Bachillerato; después se matricula en la cacereña Escuela de Magisterio (libre, como en el caso anterior), consiguiendo el título de Maestro Nacional en dos años (que normalmente se hacía en tres, pues constaba la carrera de 29 asignaturas). Más tarde inicia los de Filosofía y Letras, que no culmina porque le exigían presencia real en las aulas (no estaban permitidos los estudios libres en su totalidad).

Esta faceta es muy significativa, pues resume claramente los aspectos que siempre caracterizaron la vida y obra de Julio Romero: su afán por aprender, por superarse y su amor por la docencia (más de una vez me comentó que le habría encantado ser maestro con dedicación exclusiva).

Y decía lo referente a dedicación pedagógica plena porque, en realidad, sí ejerció la docencia a tiempo parcial: ya que, tras los inicios de las clases particulares (ya citadas) en su casa, y una vez que alcanza el titulo de Maestro, abrió una Academia en una nave bajo su tercer hogar (frente al Ambulatorio ), primero impartiendo clases él solo (sobre todo de Latín y otras materias de Bachillerato y Magisterio), luego en compañía de don Alfonso Galán (que llega por esos años a Navalmoral, incorporándose después al Colegio Autorizado de 2ª Enseñanza «Virgen de las Angustias«). Pero, según veremos a continuación, tuvo que abandonar la docencia (cerrando su Academia) para convertirse en alumno.

Ya que comentamos el apartado educativo y formativo de don Julio, sepamos que en 1972 comienza a funcionar el Centro de la UNED de Mérida, matriculándose Julio Romero en esa 1ª Promoción (con el que hace unos años fue presidente del Senado, Juan Ignacio Barrero, y otros), siendo el primer alumno que termina en junio de 1977 (por eso fue el n° 1 de su promoción, ya que los demás aprobaron en septiembre…).

Los motivos que le impulsaron a iniciar esos estudios fueron explicados por él mismo en varias ocasiones, como podemos apreciar en el «15 Días» del 27 de enero de 1996: «varios moralos (seis o siete, entre los que nos encontrábamos Jesús Rubio, Carlos Zamora, Manuel Cepeda, Manolo Marcos y yo), con indudables ansias de promoción personal y profesional, comenzamos a estudiar en la UNED, y nos teníamos que desplazar a Mérida para examinamos, donde permanecíamos varios días»…; …»No pude estudiar cuando tuve la edad apropiada, porque entonces carecía de oportunidades y medios»…; …»Tenía que terminar en el año 1977 como máximo, ya que la oportunidad que me brindaba la legislación para ascender prescribía ese año»…, etc. No nos extrañe que tuviera que cerrar su Academia, según él mismo lamentaba: «a pesar de la falta que me hacía, con los hijos estudiando en esas fechas en Madrid y Salamanca«.

El esfuerzo, constancia, curiosidad, afán de superación, amor por la lectura y los estudios, etc., quedan patentes en ésta y otras etapas de su vida.

Poco después (en diciembre de 1974), ese Centro de Mérida se convierte en Regional, contando con ayuda económica para su implantación (incluyendo de Navalmoral). y surge entonces el proyecto de extender su actividad a toda Extremadura, a través de la creación de Sedes Comarcales (que se ubicarían en las cabeceras de cada una de ellas).

Así nacerá el aula de la UNED de Navalmoral, que en enero de 1980 ya funciona en nuestra localidad: impartía clases del Curso de Acceso para Mayores de 25 años en la Academia San Carlos. Y, como algunos saben y otros intuyen, la dirigía nuestro buen amigo don Julio Romero.

Posterior y gradualmente, las actividades de la Sede de la UNED en Navalmoral seguirán creciendo, en cantidad y calidad. De este modo leo que el 16 de enero de 1989 comienzan las clases de la UNED en las aulas cedidas por el Instituto de Bachillerato, donde se imparte el Curso de Acceso para Mayores de 25 años, así como  1° y 2° de Historia. Once profesores colaboraban gratis en esa misión.

Hasta que, en diciembre de 1998, Navalmoral logra con satisfacción uno de sus grandes objetivos: convertirse en ciudad universitaria, ya que se inaugura oficialmente el Curso 98/99 del Centro Asociado de la UNED, dependiente de Plasencia, y que se ubicó en la Casa de Comillas (o del Espadañal, reformada para estos fines, tras el convenio a que llegó el Ayuntamiento con sus anteriores dueños).

En el Curso siguiente -y por primera vez- ya se impartieron «tutorías» de dos carreras universitarias (además de la preparación para el Acceso, y la utilización de su Biblioteca): Derecho y Ciencias de la Educación. Un total de 70 alumnos se beneficiaron de ella.

Para finalizar con este apartado pedagógico, no debemos separar del mismo sus escritos publicados en diferentes medios de comunicación: «15 Días-EI Moralo» (con su habitual página -normalmente la 12, que era su preferida- «Diálogos de don Quijote y Sancho«, en la que se mezclaban los temas locales con los moralizantes, educativos o ejemplarizantes) y el «Diario de Navalmoral» (con su sección «El telescopio«, en el que desarrollaba asuntos con temática y fines similares a los anteriores), ambos de la capital del Arañuelo; «La Comarca de la Vera» (de Jaraíz, en el que tenía su sección «Desde el puente de los Bolos«); «Aires Chinatos» de Malpartida de Plasencia y «El Regional» de Plasencia, donde escribió en los años 40, cuando ejercía en Malpartida y en la capital del Jerte; «Hoy» de Badajoz y «Extremadura» de Cáceres, por aquellas fechas y después; Revistas varias («Carnaval«, que editaba la «Agrupación de Peñas«; «El Mirador«, donde tenía su página titulada «Al hilo de la noticia«; revistas de la Vera, sobre todo de Jaraíz y Jarandilla, donde plasmaba asuntos de esa comarca, incluyendo sus vivencias infantiles o juveniles; etc.), etc. Incluso escribió poesías, especialmente dedicadas a sus seres queridos o cuando alguna circunstancia (incluyendo las dolorosas) le impactaba. Como anticipaba, en sus diferentes y variados artículos siempre aparece abierta o solapadamente, su preocupación moralizante y educativa.

Pero, dado el poco espacio de que dispongo (de acuerdo con las Bases de estos Coloquios), no puedo ni debo extenderme en la relación de Artículos por él desarrollados, aunque muchos de ellos me parecen verdaderamente extraordinarios: como «La eñe de España» («15 Días», 16-IX-1995), «El problema de las patatas» («15 Días», 16-IX-1997) y un largo etcétera. Volveremos a hablar de ello.

Tampoco quisiera olvidar sus participaciones en aquella emisora de Radio ParroquialRadio Popular  de Navalmoral«) que se instaló aquí en 1963 (en la «Casa de la Virgen«) gracias a la iniciativa de don Emiliano Núñez (párroco de las Angustias) y al trabajo y saber del radioaficionado Paco Montes Lirón, o en la que años más tarde convierte en realidad Jesús Rubio (tan unido también a don Julio). O en la Televisión de Navalmoral.

  • La tarea profesional

Habrá quien diga que esa era su obligación moral, como funcionario que fue del Ministerio de Justicia. Pero cualquiera con un poco de sentido común sabe que existen varios tipos de funcionarios siendo uno de ellos el eficiente y celoso cumplidor de su deber, y uno de esos fue don Julio Romero, quien desempeñó una larga y fructífera tarea en el Juzgado de Navalmoral (como oficial y secretario del mismo), además del trabajo realizado en los lugares ya mencionados anteriormente (Jaraíz de la Vera, Malpartida de Plasencia y Plasencia). Muchos son los beneficiados y testigos que hay en Navalmoral y comarca e su eficiencia, y que pueden dar fe de los consejos y ayudas prestadas generosamente a muchos de sus vecinos por don Julio (incluso, hay quien me dice que llegó a conceder ayudas materiales, de las que no estaba sobrado, por cierto ).

En esta etapa sucede u hecho curioso o anecdótico, que me cuentan por doble conducto (su familia y algunos amigos o protagonistas del suceso que narramos), resulta que participa en el Concurso de Traslado, obteniendo una plaza en Madrid (que a él le interesaba, tanto por su propia formación como por la de sus hijos); sin embargo, a instancia de sus amigos y compañeros en la Corporación morala, renuncia a la mencionada concesión (se presentaron en la capital de España a retirar la documentación).

Ya que estamos con anécdotas, en diciembre de 1977 nombran a una mujer, Josefina Triguero Ayuso, como Juez de 1ª Instancia de Navalmoral, la primera que accedía a ese puesto en la localidad y en España. Vino en sustitución de don Gabriel del Río Sánchez, que tantos años desempeñó ese cargo en nuestra localidad (y dos veces, porque regresará en 1984)

Como decía en la introducción inicial, comienza a trabajar en Navalmoral como Oficial del Juzgado de Distrito. Y, una vez que obtiene su título de Licenciado en Derecho, ya puede presentarse a las Oposiciones de Secretario de Juzgado (de acuerdo con lo que disponía la legislación vigente entonces). De este modo, en 1978 obtiene las de Secretario de Juzgado de Distrito (o Comarcal). Pero, como en esos momentos no existían vacantes en Navalmoral, tiene que trasladarse a Plasencia (renunciando a su cargo de concejal en el Ayuntamiento moralo, que fue otra de sus aportaciones a nuestro municipio, según veremos más adelante).

Por esa circunstancia, en abril de 1978 D. Julio Romero marcha destinado a la capital del Valle del Jerte para ejercer su nuevo cargo. Sin embargo, y como ya sucediera cuando desempeñó el de Oficial de Juzgado de Paz, su estancia en Plasencia fue breve, pues regresa en junio a Navalmoral, tan pronto surgió una vacante en nuestra localidad de esa categoría.

Y, como se había hecho merecedor de acto semejante, en mayo de este año 1978, la Corporación del Ayuntamiento de Navalmoral, así como numerosos amigos y compañeros, le harán un homenaje (junto con don Vidal Carrasco, al que también habían condecorado por su labor en el Centro de Fermentación de Tabacos y otras actividades agrarias). Para que nos hagamos una somera idea de la importancia de tal acto, les expongo la relación de los personajes que presidían la mesa (además de los familiares), los alcaldes de Navalmoral (que entonces era Tomás Yuste Mirón) y Jaraíz, el Juez de Instrucción de Navalmoral (doña Josefina Triguero), el Juez de Distrito de Plasencia y el Rector de la UNED.

Y aquí siguió con esa categoría y labor hasta abril de 1982, cuando mi buen amigo Julio Romero asciende de Secretario del Juzgado de Distrito a Secretario del Juzgado de Instrucción y 1ª Instancia.

Pero esta vez no tiene que cambiar de aires pues, a los pocos días, surge una vacante de esta categoría en la capital del Arañuelo, que es solicitada y ocupada por el protagonista de esta ponencia (precisamente, en las mismas fechas en que ascienden y trasladan al juez D. Guillermo Aranguren, otro buen amigo y vecino mío, que también regresará cuando se jubila).

Pero un año antes, el 15 de junio de 1981 y coincidiendo con la inauguración del nuevo Palacio de Justicia (acondicionado en el antiguo Hospital Antipalúdico, pues el anterior ubicado en el edificio de la Cruz de los Caídos tenía muchas deficiencias), en cuyo logro tuvo parte de culpa Julio Romero (fue uno de los ediles que solicitó la reconversión del Hospital en sede judicial, siendo el otro su amigo Zacarías Sánchez, «para evitar que este Juzgado bajara de categoría o desapareciera» (como leo textualmente en el Acta de la Sesión correspondiente), conceden e imponen a don Julio Romero (en unión de otros dos funcionarios de Justicia: Fernando Cabezón Sánchez, Oficial del Juzgado; y Arsenio Marcos González, Procurador del mismo) la Cruz de la Orden de San  Raimundo de Peñafort, «por los méritos que habían contraído en el desempeño e sus cargos«; a la vez que sus compañeros de trabajo les entregan unas placas conmemorativas, en presencia de amigos, familiares y camaradas (se celebró en el Hotel Brasilia); y contando con la presencia del presidente del Consejo General del Poder Judicial, don Federico Carlos Sáinz de Robles.

Para culminar este apartado, sepamos que en febrero de 1990 (en plenos Carnavales) es ascendido de categoría (aunque continuaba como Secretario de Juzgado de Instrucción y Primera Instancia), por lo que marcha a Ibiza primero (hasta octubre de ese año), y a Móstoles después (desde noviembre de 1990 hasta que se jubila y regresa a Navalmoral el 14-X-1991, cuando cumple los 65 años).

Después, aunque ya estaba jubilado, tiene que desempeñar el cargo de «juez suplente» («en funciones», o sustituto) cada vez que quedaba vacante alguna plaza en nuestra localidad.

Es decir, juzguen ahora ustedes (ya que hablamos de Justicia).

  • El otro amor de don Julio: el Ajedrez

Decíamos al principio (con anécdota incluida) que su afición al Ajedrez se fraguó en sus años mozos, influyendo varias circunstancias: el Seminario de Plasencia, el párroco de Jaraíz (don Marcelo) y su propia afición o inclinación personal.

Y, aunque fue en la capital del Pimentón donde comenzó a jugar partidas interesantes, a la vez que organizaba campeonatos dignos de mención (así, en 1957 -estando ya don Julio en Navalmoral- se celebró en Jaraíz la Semifinal del Campeonato e España de Ajedrez; y también me cuentan -aunque no me aclaran si fue antes o después- que consiguió -con la ayuda del jaraiceño Albino Fernández- que el entonces joven Arturo Pomar jugara unas partidas simultáneas en el bar y cine de Amancio –de la localidad verata-), fue en la villa de Navalmoral donde alcanzó sus mejores éxitos sobre todo de organización). Pero veamos este apartado más despacio (a pesar de las limitaciones espaciales ya citadas, por lo que invito al que desee conocer más detalles sobre el mismo que lea el excelente trabajo que don Julio publicó en la revista el Carnaval de 1994):

«Cuando vine destinado a Navalmoral, en 1955, advirtiendo que existían algunos aficionados al ajedrez, que disputaban sus partidas de café diariamente en el Centro Moralo, en el Bar Club y en el Bar Exprés, …, comprendí que podía haber base y que para un mejor fomento de la afición era conveniente organizarse en un club, lo que además podía reportar algún beneficio a la gente joven y a los no tan jovenes. Expuse la idea a unos cuantos amigos, siendo acogida con entusiasmo; y así fue cómo, en el mismo año citado, se constituyó el Club Moralo de Ajedrez, comenzando con trece socios (aunque llegó a tener más de 400), que aportaban una cuota de cinco pesetas mensuales» (a imitación de otros que fundó -o colaboró en su fundación- antes, como los Jaraíz, Malpartida y Plasencia).

Instalará su sede en el mencionado Centro Moralo, bajo la primera directiva (que presidía Luis Patiño López de Ayala, con Julio Romero de secretario). Participará (tanto don Julio como el Club) asiduamente y con gran éxito (tanto individual como colectivamente) en los campeonatos oficiales de la Federación Extremeña (el propio don Julio fue tres veces Campeón de Extremadura, y algunos de sus miembros alcanzaron grandes cotas a nivel individual: como Florencio Jiménez, que fue Campeón de España Escolar; o José A. Vallejo, que además de Campeón de España escolar consiguió el Campeonato de Europa en 1958), organizará múltiples torneos o campeonatos (oficiales o amistosos) y colaborará activamente en cualquier acto relacionado con el tema.

Ya que hablamos de programación, sepamos que en 1959 se celebró aquí un Campeonato de Ajedrez en le! que el entonces Campeón de España, Francisco José Pérez, jugó varias partidas (creo que diez) sin mirar los tableros (le decían las posturas), ganándolas todas. Ese tipo de demostración, u otros similares, se repetirán a menudo (según sus propias palabras escritas, «por aquí desfilaron Arturo Pomar, Medina, Torán y el campeón de Portugal, Durao«).

También hemos señalado antes que, en 1957, se celebró en Jaraíz la Semifinal del Campeonato de España de Ajedrez. Pues bien en 1963 tuvo lugar idéntica prueba en Navalmoral (siendo presidente del Club Antonio Castañares); asistiendo el presidente de la Federación Española, señor Heras, y la mitad de los campeones regionales o provinciales.

Fue tal el éxito alcanzado que seis años después, en 1969, tuvo lugar en nuestra localidad la Final del Campeonato de España de Ajedrez, única que se ha disputado en Extremadura. Asisten los 19 campeones territoriales (entre ellos el Campeón de España de la última edición Arturo Pomar), y se proclama nuevo Campeón de España el mallorquín Juan M. Bellón. Por cierto, para organizar este evento, marchó a Sevilla una amplia representación el Club Moralo de Ajedrez, con el objetivo de gestionar y contratar jugadores para esa Final (Hipólito Gómez, Fernando Nebreda, Zacarías Sánchez, Lorenzo Pascual, Jesús Vargas y Joaquín Martín); y contó con la colaboración del Ayuntamiento moralo, que en esa época presidía don Julio Sánchez-Fuentes. Y, por el éxito alcanzado, en ese mismo año 1969 le conceden a don Julio la única Medalla o Cruz de Oro y Brillantes que hasta el momento ha concedido el Club Moralo de Ajedrez (se la entregó, en un acto celebrado en el «Capri», el propio Gobernador: Federico Trillo Figueroa y Vázquez). El presidente del club era entonces Fernando Nebreda.

No nos extrañe que Julio Romero fue elegido presidente de la Federación Provincial de Ajedrez, cargo en el que se mantuvo durante 7 años en el cargo (entre 1970 y 1977). Y que por espacio de otros diez años presidiera la Federación Extremeña de Ajedrez (cargo en el que también estuvo el moralo Lorenzo Pascual), estando la sede regional en Navalmoral. Como es lógico, don Julio Romero Hernández también fue presidente del Club Moralo de Ajedrez, al igual que otros muchos y buenos aficionados y practicantes a este deporte (además de los ya citados): Alfonso Bautista, Enrique Sánchez- Rodilla, Fernando G. Cancho, Carlos Rodríguez y Juan Antonio Sánchez Bermejo.

Y que, de acuerdo con su filosofía personal, prestara un gran apoyo a los Campeonatos Escolares; dado su amor por los niños, a los que les reportaría este sano e instructivo deporte grandes beneficios, a la vez que preparaba «cantera» para el C. Moralo de A.; aprovechando también su amistad con los entonces directores escolares (D. Hipólito Gómez, D. Francisco Bermejo y D. Santos Bravo), o con otros maestros enamorados del Ajedrez (entre los que yo me encontraba, sobre todo durante los 8 años que presidí el Comité Comarcal de los JUDEX: por eso conozco bien este tema).

Es decir, que tampoco debe asombrarnos el que, en marzo de 1978, concedan a don Julio Romero la Medalla de Oro de la campaña Deporte para Todos por su trayectoria y labor al frente del ajedrez moralo, provincial y regional.

O que en enero del año 2000, en la III Gala Municipal del Deporte, le entregaran el premio al Mejor Deportista del Año (como a otros, según los diversos apartados), dentro de la trayectoria deportiva individual (Ajedrez).

Por cierto, me he centrado más en su faceta organizadora, pero recordemos que también fue un gran jugador: llegó a proclamarse tres veces campeón de Extremadura (como decía antes).

Pero no toda su actividad se basó en el mundo de los tableros, pues muchos recordarán aún su participación positiva en los actos que tuvieron lugar en Navalmoral con motivo del paso por aquí de la «Antorcha Olímpica«, en 1968 (camino de Méjico).

Todavía se conserva en la actual plaza del Jardincillo el monumento conmemorativo (incluso ese pulmón verde llegó a llevar el nombre de dicha Olimpiada).

También participó en la fundación del Club de Mus de Navalmoral, juego al que era muy aficionado: intervino en la elaboración de estatutos del mismo, colaborando con la Junta Directiva y en diversos, acontecimientos desarrollados en su seno.

Tras su muerte, en junio de 2001 se celebra en nuestra localidad el Torneo de Ajedrez «Rey de Plata», en memoria de don Julio Romero. Participaron unos 80 niños, con el triunfo de tres moralos: José Ignacio Rodríguez (sub-12), Carlos Gil Fresno (sub-14) y Álvaro Encinas (sub-16). Fue el primer homenaje publico a quien tanto hozo por este deporte.

  • Su actividad municipal

Prefiero denominarla así -y no política- pues ese fue el motivo que le impulsó a participar en la tareas del Ayuntamiento moralo: el aportar su esfuerzo para conseguir un Navalmoral mejor.

Como habrán podido escuchar, o leer, muy pronto se integró en la vida morala, en su historia y en sus gentes. Por eso, tampoco debe sorprendernos esta nueva faceta de Julio Romero Hernández. Veamos algunos detalles de este apartado.

El 3 de febrero de 1974 celebran Sesión Extraordinaria para constituir el nuevo Ayuntamiento, en el que entran los elegidos en esas fechas: Daniel Caballero Millanes, Antonio Sánchez Rabadán, Tomás Yuste Mirón, C. Modesto Corral García, Jesús Vargas López, Leopoldo Álvarez de la Vega y Julio Romero Hernández. Como primer y segundo teniente de alcalde son designados José Calderón Rubio y Antonio Lirón Parra (respectivamente), como concejal delegado de Educación y Cultura es elegido don Julio Romero, y como alcalde continuaba don Julio Sánchez-Fuentes López. Y, dentro de las intervenciones que se suceden en esa etapa de gobierno, señalo y expongo aquéllas en que pa icipó nuestro protagonista:

-En marzo de ese mismo año, don Julio Romero solicita que se adhieran al homenaje que van a tributar a don Antonio Hernández Gil, «en prueba de agradecimiento a su interés por Extremadura«.

-En ese mismo mes y año, vista la instancia suscrita el 16 de febrero de 1973 por un grupo de vecinos, nombran Hijo Adoptivo, le conceden la Medalla de Oro de la Villa y le dedican una calle a don Jenaro Cajal de Gorbea, «por los extraordinarios y relevantes méritos contraídos por tan Ilustre Maestro al frente de la Escuela-Biblioteca Concha, desde el 1 de enero de 1923, considerando su especial cariño y dedicación a la promoción cultural de Navalmoral de la Mata«. La Medalla sería costeada por suscripción popular, y le dedican la anterior Avenida de las Flores. También consta en Acta la «expresión de gratitud de todo el pueblo moralo a su ilustre maestro«.

-Y, en mayo, visita Navalmoral el inspector de Enseñanza Primaria, quien informa al concejal delegado de Educación y Cultura (Julio Romero) acerca de la necesidad de crear seis nuevas unidades escolares, «dado el incremento experimentado por el Censo Escolar en el Curso 1973-74» (72 niñas y 108 niños de seis años). Don Julio, en nombre del municipio, ofrece los locales que sean necesarios en los edificios que dispone este Ayuntamiento.

-Ese interés y amor por la educación y cultura motiva que, a los pocos días, la Corporación apruebe una serie de subvenciones destinadas a diversos colectivos o sociedades, entre las que destacaron éstas: 100.000 pesetas al Colegio Universitario de Cáceres (que se inaugura ese año, siendo precisamente yo uno de los alumnos de esa 1ª Promoción; como don Julio lo fue de la UNED), 54.000 a la Escuela de Música de Navalmoral (que ya existía entonces, dirigida por mi querido Hipólito Fraile Pedraza; dado el cariño y afición que Julio Romero sentía por la música, como ya hemos adelantado), 50.000 a la Fundación Concha (que él amaba tanto, y que tan necesitada estaba en esa época), 50.000 al Moralo C.F. (aunque él no era muy futbolero que digamos pues, aunque en su juventud fue simpatizante del «Athletic de Bilbao», como tantos otros, después se le fue apagando esa pasión), 48.000 al P .P .O. (por sus actividades pedagógicas, ya que estaba impartiendo un curso de soldadura eléctrica), 30.000 en becas (para alumnos necesitados), otras 30.000 al Frente de Juventudes local (para actividades culturales y deportivas), 10.000 al Club Moralo de Ajedrez (icómo no!), etc.; sumando todas ellas la cifra de 398.600 pesetas (un capital entonces, de lo que no estaba muy sobrado nuestro Ayuntamiento).

-En el otoño de ese año 1974, el Delegado Provincial de Educación y Ciencia escribe informando sobre la creación en esta localidad de una Sección de Formación Profesional, de conformidad con la propuesta formulada por la propia Delegación Provincial y por la Dirección General de Formación Profesional y Extensión Educativa del MEC, «que entraría rápidamente en funcionamiento«. Destinando para ello el edificio que ocupó el Instituto de Enseñanza Media hasta 1973, para lo que sería necesario que el Ayuntamiento se comprometiera a sufragar los gastos de conservación y mantenimiento de dicho edificio; y, en su caso, de la correspondiente vigilancia. Lo que es aprobado por la Corporación por unanimidad. Se gesta, pues, el futuro Instituto «Zurbarán» de Navalmoral de la Mata, que comenzó como centro de Formación Profesional; y e el que tuvo participación don Julio Romero, dada su condición de concejal de Educación y Cultura.

-Pasamos al 24 de octubre de ese año cuando, en la Sesión Extraordinaria de ese día (entre otros asuntos), analizan el Plan Parcial de Ordenación Urbana de la zona del Campo de Deportes y Carretera Nacional-V, tras la oportuna información del arquitecto municipal. Pero no lo aprueban, pues la mayoría (encabezados por don Julio Romero) considera que «debe elaborarse un nuevo Plan de mayor amplitud«. Es decir, que ya tenía ideas claras acerca el futuro urbanístico de nuestra localidad: pues fue entonces cuando se inicia el crecimiento brusco de Navalmoral.

-En noviembre nos enteramos que han concedido a Rufino Marcos Montero la Medalla de San Raimundo de  Peñafort, categoría de plata, por llevar casi 40 años en la administración de la Justicia. Lo felicitan a propuesta de Julio Romero.

-También tuvo mucho que ver con las obras del colegio de las 22 unidades (del Mercado, hoy «Campo Arañuelo«), que se gestionan y construyen en esos años (entre 1975 y 1976). Comenzando las clases en el mismo en mayo de 1976 (hace ahora 25 años), al trasladarse allí los alumnos y profesores desde el «Pozón». Pero dependía de ese otro centro, por lo que surgen problemas y deficiencias; que se solucionan cuando consiguen la autonomía (en diciembre de ese año), con la intervención de don Julio igualmente (era lo razonable).

-Del mismo (o parecido) modo, en ese mes de noviembre de 1976 (concretamente el dia 24) abre sus puertas la «Escuela Hogar«, mixta, en régimen de internado, a la que en ese Curso Escolar asisten 162 aJumnos.

-Y en 1977, el MEC (como sigue incrementándose la población de Navalmoral, debido a las inmigraciones masivas originadas por la CNA) decide construir otro colegio de 10 de E.G.B.: ahora de 8 unidades (el futuro «Sierra de Gredos«), para el que ceden 4.450 m2 en la zona del Mercado.

-Aunque ya hemos insinuado algo, recordemos que en febrero de 1977 (cuando ya estaba don Julio terminando sus estudios de Derecho) pide la Corporación, al Centro Regional de la UNED en Mérida, que implante un Centro Comarcal en Navalmoral. Como también hemos adelantado, se conseguirán poco después (1980) los primeros cimientos, que posibilitarán en el futuro las mejoras y ampliaciones correspondientes).

-Y que en mayo, también de 1977 (aunque los primeros pasos se dieron en 1975), ceden el edificio del antiguo Hospital Antipalúdico al Ministerio de Justicia, a petición de éste, para instalar en él los Juzgados de este Partido Judicial. En septiembre se llevará a cabo la cesión definitiva. Decíamos páginas atrás que se tomó esa decisión «para evitar que este Juzgado bajara de categoría o desapareciera«.

Todas esas últimas actuaciones se hicieron realidad siendo alcalde ya don Tomás Yuste Mirón (1-II-1976/9-I-1979), con el apoyo de todo el equipo de gobierno. Pero también es obvio que de ese equipo formaba parte don Julio, como edil de Educación y Cultura (que son los temas en los que me he centrado, los de su incumbencia).

En abril de 1978 dimite Julio Romero, «porque le nombran secretario del Juzgado de Distrito de Plasencia«, por lo que tiene que irse». También hemos visto cómo le hacen un homenaje, y que regresa en junio, tan pronto surgió una vacante en nuestra localidad.

  • Y sus múltiples desvelos con los demás     

Fueron varias las organizaciones que, con fines humanitarios o similares, contaron con don Julio: bien como miembro de sus directivas, o simplemente como número de las mismas, dispuesto en cualquier momento a echar una mano (o las dos, si hacía falta). Si tenemos en cuenta la evolución cronológica (pues en estos casos es muy difícil evaluar o valorar la importancia y trascendencia de las mismas), en mi base de datos constan las siguientes reseñas de mi migo Julio en este apartado:

-El 22 de febrero de 1980 se constituye la Asamblea Local de Cruz Roja, con la asistencia -entre otros- de presidente provincial: Bullón Infante. Quedando del siguiente modo:

· Asamblea: presidente, Juan José Baena Marcos; presidente de honor, Mª del Carmen García Timón; vicepresidente, Julio Romero Hernández (en cuyo cargo continuará durante varios años, pues en 1989 sigue); secretario, Juan Barroso Navas; Tesorera, Celsa Baños Marcos; y, Contador, Daniel Jesús Moreno Moyano.

· Jefes de Servicios: Jefe el Destacamento de la Brigada de Tropas de Socorro, Justo Pastor Montero Gil; Capitán Médico e Inspector Local de Socorrismo, Leandro Hernández Gil; Alférez ATS, Eugenio Alonso Serrano; Jefa del Destacamento de Voluntarios, Mª Teresa Segovia Gómez; Jefe Local de la Lucha Antidiabética, Leopoldo Álvarez de la Vega; Jefe de Socorro y Emergencias, Francisco Palacios Moreno; Directora Local de Asuntos Sociales, Esther García Herrera; Jefe de la Cruz Roja del Mar, José Trujillo Espuela; Jefe de la Cruz Roja de la Juventud, Carlos Rebate Castellanos; y, Relaciones Públicas, Manola Luengo.

En mayo de 1989 vuelven a celebrarse las Elecciones en Cruz Roja, pero hay una sola lista: Juan José Baena (presidente), Julio Romero (vicepresidente), Mª del Carmen García (presidenta de honor), Francisco Palacios (secretario) y José Criado (tesorero).

Aunque no se trataba de ninguna asociación en este sentido, lo cierto es que menciono este hecho porque confirma el interés que don Julio tuvo por los asuntos que podían redundar en beneficio de los moralos. De este modo, fue uno de los que movilizó solicitando la apertura de la Residencia Sanitaria de Navalmoral (actual Hospital «Campo Arañuelo«: en 1983, el alcalde -Javier Corominas- «amenaza» con encerrarse si no se abría (pues ya estaba terminada); a la vez que anuncian una manifestación para el día 26 de diciembre de ese año, que se lleva a cabo con presencia masiva de habitantes de Navalmoral y comarca (cifra superior a diez mil, según se escribía entonces), que recorren pacíficamente las principales calles moralas; y, en ese acto, don Julio Romero leyó un manifiesto conjunto en la Plaza de España.

Desde su fundación, fue miembro de la Asociación de Enfermos (o de Afectados) del Corazón, de la que fue vicepresidente. Y, como elemento de la misma, luchó porque se consiguieran los mejores logros posibles (tanto para los que ahora sufren las consecuencias, como los que pudieran enfermar en el futuro: por ejemplo, en noviembre de 1995 esta asociación reclama una Unidad Coronaria en el Hospital Comarcal «Campo Arañuelo»; y, en marzo de 1999, el ministro de Sanidad realiza una breve visita al Hospital comarcal moralo, aseverando que estudiará las peticiones de mejora de servicios y nuevas especialidades que le realizan, tanto el Ayuntamiento como la Asociación de Enfermos del Corazón (que exigía la UCI). No hace falta insistir en que el músculo cardiaco de Julio Romero comenzó a fallar muy pronto (en los años 70 ya sufrió las primeras dolencias en este sentido).

Igualmente, en un caso parecido al anterior (ya que casi todas las dolencias se cebaron con él), también formó parte de la Asociación de Diabéticos, cuando comenzó a sentir sus efectos (1985): y, curiosamente, también fue vicepresidente de la misma. Y para ese colectivo se movilizó siempre que hizo falta: recurriendo de nuevo a los ejemplos, en el mes de noviembre de 1998 se iniciaron las Jornadas sobre Diabetes, que organiza la Asociación Cultural de este colectivo de afectados en el Campo Arañuelo desde entonces.

Aunque en este caso se trata de un tema relacionado con la religión, lo incluimos porque lleva implícito la convivencia y el servicio a los demás. Me estoy refiriendo a la pertenencia de don Julio como miembro de la Asociación de la Virgen de las Angustias, de la que formó parte desde 1992, cuando fue Mayordomo en las fiestas de la Patrona de Navalmoral. A través de la Revista que cada año edita en esas fechas de septiembre, Julio Romero también escribía sus amenos e instructivos artículos.

El siguiente apartado podía incluirse fácilmente dentro de la temática cultural. Sin embargo, he preferido exponerlo aquí ya que la finalidad principal de la sociedad a la que nos vamos a referir es la de servir a la demanda cultural de los moralos, además de velar por el mantenimiento y progreso de esta modélica y honorífica institución: la Fundación Concha, donde realizó una gran labor.

Entró a formar parte del primer Consejo Asesor de la misma, cuando se creó éste, el 2 de abril de 1992, siendo director del Patronato don Claudio Favier. Después, cuando cambian los Estatutos del mismo y se vuelve al modelo original (al que propuso su Fundador y los primeros Patronos), don Julio es nombrado Vocal y Patrono: el 28 de marzo de 1996, con Julio Camacho de presidente. Y, cuando cesa éste (por motivos de salud), el 2 de agosto de 1997 es elegido don Julio Romero como nuevo presidente de la Fundación Concha; hasta el 18 de diciembre de la año 2000, en que solicita la dimisión por motivos graves de salud (cese que se hizo público en enero del año 2001). Precisamente, en su etapa como presidente (20 de noviembre de 1998)) se efectuó el traslado del monumento a don Antonio Concha, desde el Parque Municipal al patio de la Fundación (según se estipuló cuando lo aprobó el municipio: el 25 de enero de 1885).

Similar comportamiento tuvo con otras sociedades que, aunque parezcan que son -o fueron- eminentemente recreativas, nunca se les puede privar del contexto cultural que tienen -o tenían: ahora me refiero al Centro Moralo, del que fue don Julio miembro y secretario (en varias ocasiones). y no sólo porque en dicho lugar tuviera su sede el mencionado Club Moralo de Ajedrez, sino porque (como decía) siempre destacó por su gran labor recreativa y cultural. Por ponerles sólo tres ejemplos (además del ajedrez), para no atiborrarles con datos: entre sus nobles paredes se guardó a buen recaudo el «Carnaval Moralo» de los que pretendían acabar con él (a la vez que se le enriqueció), fueron inolvidables los actos de Navidad allí celebrados (sobre todo en Nochevieja y otras destacadas fiestas) y sus socios fueron los que  recuperaron el honor mancillado de don Antonio Concha (movilizando el municipio hasta conseguir que se erigiera la estatua que el Ayuntamiento había prometido levantar muchos años y veces antes: en 1927, en 1931 y en 1950).

Julio Romero Hernández no fue un «horno carnavalensis» destacado en la faceta lúdica, pero tampoco la rehuyó: especialmente en el concepto de colaboración (tan habitual en él). Por eso, se le pudo ver (fui testigo directo de ello) en distintas Comisiones en este sentido, votando o simplemente asesorando: Elección de Reinas y Damas, Concurso de Carroza y Comparsas, etc. Además, no olvidemos que nuestro Ayuntamiento le concedió el merecido honor de Pregonar el Carnaval de 1994, que muchos recordarán todavía (con el «encargo» de don Quijote y Sancho incluido). Y que ya hemos comentado los frecuentes escritos en la Revista que cada año publicaba la Agrupación de Peñas, alguno de ellos inigualables (como el que hacía referencia a la historia de Club Moralo de Ajedrez, en 1994; o en el que hacía algo parecido sobre el «Centro Moralo», al año siguiente; o el incompleto, pero maravilloso, trabajo sobre las Calles de Navalmoral, en 1997).

Parecidas a las anteriores (pero sin Pregón) fueron sus colaboraciones en los actos navideños, formando parte de cuantas comisiones le encomendaran o donde le solicitaran su altruista colaboración: como en los jurados que valoraban a los grupos de «zambomberos», casi en el anonimato y perdiendo horas de descanso en esas frías noches invernales (cuando donde mejor se está es en casa, con la familia, sobre todo cuando ya se tiene una edad respetable, como fue su caso).

Gran trabajo, pues, el que ha desarrollado en las diversas facetas y actividades de la vida morala, en la segunda mitad del siglo XX. Tanto a nivel personal como a través de las distintas asociaciones a las que perteneció, colaborando con las diferentes Corporaciones que durante ese medio siglo rigieron los destinos de Navalmoral, fueran del signo que fueran: porque él nunca lo hizo por las ideologías (como existen casos, y que también son respetables), sino por este pueblo y sus vecinos, que él amaba tanto.

Por eso, una vez más, tampoco nos sorprenda que, el 17 de noviembre de 1993, la Corporación de Navalmoral acuerde distinguirle con el nombramiento de Cronista Oficial de la Villa (al igual que a don Hipólito Gómez Trujillo y el que esto escribe). Es posible que muchos desconozcan este hecho, pero así fue. Aunque él, fiel a sus principios, prefirió (al igual que su buen amigo don Poli) seguir escribiendo sobre aquellos temas que más le agradaban (especialmente sobre aspectos actuales) y dejar para este biógrafo y amigo suyo la noble tarea de ser el Cronista Oficial de Navalmoral.

Aunque el siguiente acontecimiento no tiene que ver con Navalmoral, sí lo tuvo para don Julio: me refiero a su nombramiento como «Pregonero de la Fiesta del Tabaco y el Pimentón«, con que la Corporación de Jaraíz de la Vera le honró en agosto de 1991.

Así pues, a través de esta breve ponencia extraemos la clara conclusión (al menos quien esto escribe, con cariño pero con objetividad) acerca de que don Julio Romero Hernández es un moralo de los de primera clase (aunque naciera en la Vera). Y utilizo el presente de indicativo porque, aunque físicamente ya no se encuentre entre nosotros, siempre lo estará en el recuerdo ya través de sus obras.

Y ahora comprenderán (supongo) los motivos que nos han impulsado a dedicarle estos «VIII Coloquios«, pues se lo merece.

Anexo (para los que lean esta ponencia fuera del contexto moralo): Varias fueron las enfermedades que se cebaron con él, y cuatro las operaciones que tuvo que sufrir: primero de próstata, después de corazón (con 2 intervenciones, una antes y la otra a continuación de la intestinal; comenzando las dolencias a finales de la década de los 70, al acabar sus estudios de la UNED) y, por último, de cáncer de colon (que sería quien se lo llevó definitivamente). Con un año horrible en este sentido, el 1998.

Y, de este modo, don Julio fallece el 2 de abril del año 2001, a los 74 años. Enterrándose donde siempre deseó, en el pueblo que más amó (porque así lo eligió).

Domingo Quijada González

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